Las noches transcurren indiferentes de hacerse sentir en mí. Fueron decisiones enfocadas a renegar descanso en mi cuerpo. Todo es justo.
Así, al dormir se detiene la mente. El no pensar me envuelve. Como delirando en una mente de solo olvidos siento el placer ajeno de un dolor inconcebido. Es mi boca pudriéndose.
Cada poro dentro de ella apela a la indecencia. Cada papila siente el sabor de una enfermedad no declarada. Los pulmones expulsan materia oscura y tosca como gel secándose. Nunca mi cuerpo noto estos cambios. Fueron de noche, fueron de noche. Cando dejé de soñar y se pausa el andar por una mirada volátil, entra la normalidad. Abunda la calma.
¿Será esta disconformidad lo que ataca mis noches? Se tachan los nombres de posibles venenos y curas. Actualmente son furor las medicinas, mientras más baratas más ilusionan.
Ahora son de fiar las promesas burdas pues dictan sentencia de las aspiraciones de sus emisores, quienes no se ven a si mismo en la profundidad de su existencia. Solo somos, solo estamos. Solo queremos estar bien. Solo esperamos escuchar la respuesta adecuada. Son simples alegrías que se difunden como plagas.
¿Que pensador puede encerrar aspiraciones en marcos de lo sano o insano? ¿Quien tiene la tenacidad de decir que el materialismo quita el alma? ¿Acaso alguno de nosotros vive desnudo y sobrevive a tientas?
martes, 13 de noviembre de 2007
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