martes, 1 de septiembre de 2020

quien se apareció, tras el pequeño sendero, en una abertura, siguele siguele. Conejo blanco. La bienvenida por rostros impresos en cortezas, siente la ligereza de tus pastos precedidos por la espesura de un cesped; no recuerdas momento de tal cordura. La mirada, imprudente buscando la apertura de uno que otro portal. Siguele, siguele, que ya apareció. Viaja y aléjate, que el efecto furibundo no sostenga el deseo de evaporarte en un suspiro de ademanes donde no caben los caminos sino solo las certezas. Se caen los tejados sobre desventurados e imprecisos hombres de falso compromiso. Falsa fantasía, furibunda agonía. Recíbeme, oh incierto antes que del sendero encuentre otro tropiezo. No lo había notado pues hace rato que caía, no encontraba raiz ni abertura para mis garras truculentas A quién sigo ahora, oh sino a mi desmedida mesura. Ya que está a la vuelta del encuentro la valentía de sentirme dispuesto. Si spueras mis dolores lamentarías el momento en que fuiste una de mis últimas visiones. pues salí de la tercera dimensión y el portal galactico me transporto entero en un hombre habitado por todas mis existencias dispuesto a la imprudencia de que la persecución siempre fue circular. Estaba siguiendo mis pasos y he aparecido en buena hora, para extender mis manos en reverencia a todo aquello que no sea un buen consuelo para antes de tocar suelo. Y me sumerjo, pues los planetas celestiales eran de eter y astrales, me mecí en esos lugares cuando el desconzuelo y sus azares, puso todos y absolutamente todos los paisajes en mi mirada, y la visión me encandilo los sonidos exacervaron y mi demencia aplacó en una pulsación eterna, danza. danza

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